La leyenda de Coatlicue






Coatlicue o “La de la falda de serpientes,” era la diosa azteca de la vida y la muerte,
de la tierra y de la fertilidad. Ella es la Madre Universal y los aztecas le dedicaron toda
su devoción. Su representación más conocida es una figura antropomorfa que lleva una
falda de serpientes y un collar de manos y corazones, arrancados de las víctimas. Su
cabeza se forma por dos serpientes enfrentadas, símbolo de la dualidad, un concepto
básico en la cosmovisión de las civilizaciones precolombinas.
Coatlicue era una diosa feroz, sedienta de sacrificios humanos. Sus afiladas garras en
manos y pies remiten a la ferocidad del jaguar, animal sagrado por excelencia, y las
serpientes que la cubren, sustituyendo incluso partes de la anatomía, simbolizan a la
humanidad.
Coatlicue fue madre de todo y de todos, incluso de los dioses aztecas, como el dios
de la guerra y el sol Huitzilopochtli. La leyenda dice que quedó embarazada de él
cuando una pluma entró en su vientre mientras ella estaba barriendo. Esta misteriosa
concepción ofendió a sus otros cuatrocientos hijos, pues una diosa podía concebir
hijos con otros dioses solamente, por lo que alentados por su hija, la diosa
Coyolxauhqui, decidieron matar a su deshonrada madre.
Así fue que le cortaron la cabeza a Coatlicue, pero en ese mismo momento,
Huitzilopochtli nació armado y mató a muchos de sus hermanos y hermanas, cuyos
cuerpos se convirtieron en estrellas. A Coyolxauhqui la desmembró y arrojó su cabeza
al cielo, donde pasó a ocupar el lugar de la luna, mientras que el resto del cuerpo fue a
parar a la profunda y obscura garganta de una montaña, donde permanecería por toda
la eternidad.

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